Pedanía Casas de Ibáñez (Les Casetes)
Pedánea Isabel Cano Méndez.
Se trata de una pedanía diseminada, pero con un núcleo concentrado en torno a la carretera de Jumilla. Precisamente, la entidad de población más importante está ubicada justamente en la frontera provincial. Hay casas que ya pertenecen a la región de Murcia.
Se caracteriza por sus típicas cuevas, en algunas de las cuales se hacía baile antiguamente. Ahora algunas de ellas se han transformado profundamente para adaptarse a los tiempos modernos. Aún se pueden ver tal y como fueron excavadas, manteniendo su encanto, pero algunas se han hundido o están a punto de hacerlo.
Situada a unos 3,5 km. del casco urbano, tiene varios caseríos: Casica de la Balsa, Casa Monsenal (o Mosen Navidad) -aunque hoy en día ya no existe, después de ser destruida por los nuevos propietarios de los terrenos colindantes, a los que han añadido el solar que ocupaba la casa, con sus bodegas y cuadros para animales-, Casa Cotoño (o de la Tía Cotoña), el Sequer (el caserío más cercano al pueblo), o el núcleo de las Casas de Ibáñez, que le da nombre a la pedanía . Además, recientemente, se han construido pequeñas casas de labor y campo, aprovechando la tranquilidad del paraje.
Como en el caso de la Cañada del Trigo, al otro lado de la frontera también se encuentran otras Casas de Ibáñez, dentro del término de Jumilla. Parece como si, en los repartos de tierras que se realizaron cuando se establecieron las fronteras provinciales, no se hubiera tenido en cuenta la situación de estos núcleos de población, con sus costumbres, sus relaciones de hermandad,…
La pedanía se encuentra situada a 495 m. de altitud, rodeada de abundantes viñedos, aunque también existe presencia de otros cultivos. Desde la pedanía se pueden observar bonitas vistas de Pinoso y su entorno. El Cabeço aparece como protector del pueblo, que se acoge a sus estribaciones.
Hace unos años, cerca de las casas principales, existía un circuito de motocross, en el que llegaron a realizarse varias competiciones, a finales de los años 70 y principios de los 80. Ahora ya no queda nada de eso. En el 98 ha significado su desaparición definitiva de la faz de nuestro municipio. Los aficionados al mundo del motor, seguro que recuerdan las emocionantes pruebas, con los saltos de las motos cuando subían por las empinadas costeras del recorrido.
El paisaje agrícola del entorno es muy variado. A los viñedos que pueblan la mayor parte del terreno se unen los cultivos de frutales, alrededor de la carretera de Jumilla, que atraviesa la pedanía, o los olivos y almendros que pueblan sus sierras. En los años 70, para paliar la falta de agua para riego de la zona, se construyeron dos balsas en la pedanía, una de ellas cerca del caserío de El Sequé, mientras que la otra está cerca del núcleo de la partida rural.
Actualmente son muchas las familias que tienen casa en las Casas de Ibáñez, aunque, en su mayor parte, viven en otras poblaciones y van a la casa que tienen en la pedanía para disfrutar del fin de semana lejos del ruido del pueblo o la ciudad. Un punto interesante de esta pedanía lo constituyen sus cuevas, muchas de ellas habitadas.
En los últimos años, sus vecinos han visto llegar el agua potable a sus casas, se ha construido un jardín, se les ha puesto luz pública en la calle, los caminos rurales que le rodean han mejorado considerablemente… El tiempo trae mejoras siempre.
En el paraje de El Sequé encontramos una de las pocas grandes casas del siglo XVIII que se conservan en el municipio, aunque, si no se remedia, corre el riesgo de caerse. Se trata de la Casa de la Pava, o de los Poveda, familia que también disponía de otras construcciones en los alrededores, como su conocido huerto, un recinto encerrado en el que cultivaban los productos que necesitaban para ser autosuficientes. En el caserío, desde fuera se puede observar la decoración de las salas superiores, prueba del refino que gozaba la familia. En la fachada también se nota la importancia de la obra, con cornisas y balcones ampulosos, ventanas enmarcadas, al estilo de las casas barrocas que se podían ver en esa época en las ciudades grandes de las provincias de Alicante y Murcia. Además, también encontramos un retablo de baldosas dedicado a la Santísima Trinidad, advocación a la que le pedirían protección a los dueños.
Una calle más baja del caserío que describíamos, hoy en día, se ha abierto una casa-hospedería que prepara comidas y cenas tradicionales, además de realizar actividades lúdicas. Sus propietarios han apostado fuerte por el turismo rural, con iniciativas tan imaginativas como la posibilidad de hacer la que ellos han llamado como “Ruta de Jaume el Barbut”, en la que el visitante disfruta del paisaje de las estribaciones de la Sierra del Carxe, que el personaje recorría haciendo de las suyas o escondiéndose cuando era perseguido.
Puesto que hablamos de personajes históricos, por algunos hallazgos hechos en algunos documentos, lo que suscribe estas palabras piensa que este caserío es lo que se llama en los mapas de los siglos XVI, XVII y XVIII como Casas de Costa o Casas de Acoste, dado que en algunos mapas del siglo XIX aparecen dos lugares al mismo tiempo, con las denominaciones de Casas de Costa y Pinoso, lo que haría pensar que, en un origen, la pedanía que tratamos sería más antigua que el actual núcleo urbano de El Pinoso. Pero esto son teorías que debería comprobar.
En lo que respecta a las fiestas, las hacen en honor a la Virgen del Perpetuo Socorro, aunque algunos años no pueden hacerlas y se juntan con el vecindario del otro lado de la frontera entre las provincias para celebrar fiesta en ‘Alberquilla. Cuando se hace fiesta se lleva a cabo en el jardín que el Ayuntamiento construyó a mediados de los años 90, cerca de la red.