Las amapolas rojas han vuelto a lucir, un año más, para recordar a los fallecidos en conflictos bélicos, gracias al acto de homenaje que se ha llevado a cabo este domingo 14 de noviembre. Además, en esta ocasión los actos tenían un cariz especial, al cumplirse el primer centenario desde que se llevan a cabo.
La Real Legión Británica, con sede en Pinoso, ha contado con la colaboración del Ayuntamiento de Pinoso para llevar a cabo este emotivo evento que se ha iniciado con un pasacalle desde la Casa de la Música, amenizado por la banda de la Sociedad Unión Lírica Pinosense, en el que han participado veteranos de guerra y ciudadanos británicos residentes en Pinoso y su entorno, las ediles de Cultura, Silvia Verdú e Inma Brotons, edil de Protocolo así como representantes de la vida social de Pinoso.
Tanto en el recorrido como a la llegada al templo parroquial se han repartido amapolas para que las personas asistentes se las colocaran en la solapa y la banda de música ha interpretado varias piezas musicales.
Una vez en el interior, la ceremonia se ha desarrollado en inglés y castellano, con momentos destacados como la entrada de símbolos y banderas o el emotivo solo de trompera con un toque de silencio que ha emocionado a las personas presentes.
El presidente del colectivo en Pinoso ha agradecido la buena acogida que siempre tiene este acto, que sirve para recordar a los miembros de las fuerzas armadas de los países que conforman la Commonwealth fallecidos en acto de servicio desde la I Guerra Mundial.
La edil de Cultura, Silvia Verdú, que ha intervenido en las diferentes lecturas, ha destacado que actos como este sirven para unir aún más a las comunidades española y británica.
La Real Legión Británica es un colectivo que proporciona ayuda financiera, social y emocional a millones de personas que han servido o están sirviendo en las fuerzas armadas, y a sus familiares a cargo.
Esta celebración también es conocida como Fiesta de la Amapola o Remembrance Day, en referencia a la zona donde tuvo lugar una de las batallas más duras, en la localidad belga de Flanders, donde todo quedó devastado, pero con la primavera los campos florecieron llenos de amapolas, despertando la esperanza de quienes aún luchaban.